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martes, 21 de noviembre de 2017

El poblamiento calcolítico de Utrera (Sevilla)

Utrera se ubica en plena campiña sevillana, en un frondoso valle entre dos cerros que dominan sus inmediaciones. Su perfil es horizontal, a excepción del Castillo y su entorno, situado en un altozano. Dentro del paisaje de Utrera, cabría destacar como en el interior de su núcleo urbano, se desarrollan dos afluentes de agua como son los arroyos de Calzas Anchas y de la Antigua.
Indicios de ocupación neolítica en Los Molares y en el Cerro del Casar, cercanos al casco urbano de Utrera, se enmarcarían dentro de la expansiva colonización agropecuaria a lo largo del territorio enmarcado entre el Aljarafe y Los Alcores, donde se ubicaría la campiña de Utrera. Estos indicios poblacionales se manifestarán, de forma evidente, en la fase de ocupación posterior calcolítica (dentro de la Edad del Cobre)
De este modo, es clara la ocupación humana en el III milenio a.C, en el período calcolítico, con una cronología entorno al 2.600-2.200/1.500 a.C, dentro del casco urbano de Utrera. A partir del 2.200/1.500 a.C se iniciaría el período campaniforme dentro también, de la conocida Edad del Cobre.
Los últimos resultados arqueológicos tras controles de movimientos de tierra en solares de la calle Prim y de la Avenida San Juan Bosco, cerca de la Glorieta Pio XII, han permitido aumentar la información al respecto, ayudando a conformar el mapa ocupacional dentro de este período calcolítico dentro del casco urbano de Utrera.
Por lo tanto, la detección de restos calcolíticos (principalmente, cerámica y escasos líticos), en ambos solares, se suman a anteriores registros de esta ocupación. 
En este sentido,  la localización de materiales cerámicos en el interior del Castillo y en el área de la calle Vía Marciala representa la máxima concentración en los límites del Conjunto Histórico, señalando una ocupación calcolítica, en el encuentro de los arroyos Calzas Anchas y de la Antigua.
Se trata de una ocupación del territorio al margen de vías de paso y en la confluencia de cursos de agua, que repite un modelo de ocupación del territorio propio de estas sociedades.
También en el interior del conjunto histórico aunque en una zona más periférica respecto al núcleo Castillo-solares de la calle Vía Marciala/calle Corredera, se han detectado indicios en las calles Sor Marciala de la Cruz 1, Juan de Anaya 1, Maestro Bernabé García y Cristo de los Afligidos.
Si tenemos en cuenta la situación de los distintos enclaves, se comprueba un extensión del asentamiento calcolítico importante.

Se trataría de un asentamiento abierto buscando zonas fértiles como cauces de agua, en este caso de Utrera, en relación a los arroyos Calzas Anchas y de la Antigua, para la explotación agropecuaria basada, principalmente, en la economía cerealista rotatoria y ganadera, formando un paisaje de cabañas de planta circular u oval con diámetros que llegan a los 4,5 metros, silos de almacenamientos y trincheras, a modo de basureros. De todas formas, no se puede descartar la actividad de caza para la obtención de alimentos dentro de estas sociedades agropecuarias como así indica la presencia de huesos quemados de cérvidos en el solar de la Avenida San Juan Bosco. 
Si se analizan los restos cerámicos aparecidos en los distintos solares se comprueba que no hay una prolongación en el período posterior, el campaniforme, a excepción del enclave del Casillo, donde sí se detectaron. En este sentido, parece clara una reducción de la ocupación poblacional en este período campaniforme.
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Los materiales cerámicos reconocidos en el Castillo y en otros puntos del casco urbano de Utrera, responden a funcionalidades domésticas y propias de sociedades agrícolas comunitarias, aunque la existencia de un punzón de hueso en el Castillo, se podría relacionar con algún posible ámbito funerario.
En relación a este asentamiento calcolítico en la localidad de Utrera habría que destacar la necrópolis calcolítica al norte de la población actual, en la zona conocida como La Cruz del Gato a la derecha de la carretera de Utrera a Sevilla, a una distancia aproximada de mil quinientos metros del casco urbano, siendo los hallazgos más significativos dos dólmenes y unas cincuenta tumbas, además de una motilla que bien pudiera albergar otro dolmen.
En este mismo sentido se interpretan los hallazgos en el actual polígono industrial de El Torno: aparición de tumbas, muy probablemente relacionadas con esta necrópolis y la excavación arqueológica de la sepultura calcolítica del Junquillo, de carácter colectivo. 

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