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Jerez almohade (interior del recinto amurallado) |
Haber excavado en Jerez de la Frontera, tanto en la maqbara (cementerio islámico) de Santiago (en relación a la puerta del mismo nombre) como en la de San Miguel (en relación a la Puerta del Real) me ha permitido conocer de primera mano el rito funerario en época islámica.
Sin entrar en detalles sobre la historia de esta localidad, sí me gustaría dar a conocer, a través de este blog, apuntes generales sobre el rito funerario islámico que se caracterizaba, sobre todo, por su sencillez y austeridad, como así recomendaba
la doctrina malikí.
Los malikíes fueron los
seguidores de la escuela fundada por el jurista musulmán Malik ibn
Anas en el siglo VIII, personaje
ligado al poder califal de Medina. Esta escuela, que daba especial importancia
a la tradición y a la austeridad, tuvo una gran difusión a través del tratado El
collar de perlas preciosas de Abu
Mohamed Abdala ben Nachan.
La doctrina
jurídico-religiosa "malikí", fue la que se siguió en
Al-Ándalus y todo el Norte de África, de ahí, que los enterramientos islámicos presenten muchas
similitudes, sin distinción del área geográfica donde nos encontremos, dado que
siguen los mismos preceptos coránicos: fosas estrechas, excavadas en el terreno natural,
poco profundas y sin ningún tipo de recubrimiento interior y ostentación y siempre inhumación.
Es importante, antes de proseguir con el rito funerario, comentar que las maqbaras se situaban a extramuros de la ciudad o medina aunque cerca de las puertas de acceso a la ciudad que solían ser cuatro, una en cada punto cardinal. Ya según la entidad de la ciudad podría haber una o varias maqbaras.
Los enterramientos hallados en los
cementerios de Jerez corresponden al tipo de inhumación en fosa simple excavada
en el nivel geológico, con una profundidad que oscila entre 30-60 cm, como recomendaba la doctrina
malikí, no debían de
ser más profundas que la cintura de un hombre y debían cavarse en la misma
tierra, sin obra hecha de yeso, ni fábrica en que se use barro, habiéndose de
cubrir con ladrillos o piedra. O sea que en general, suelen ser poco profundas.
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Poca profundidad y estrechez |
Otro aspecto que acompañaba la escasa profundidad de
las tumbas era la estrechez de las fosas que oscilaban en torno a 30-40 cm,
dato que se pudo ver en la mayoría de los enterramientos jerezanos.
En esta fosa estrecha se colocaba el
cadáver de costado, envuelto en un sudario, desprovisto de ataúd, más adelante
comentaré este hecho, y orientado en ángulo recto con la qibla de la Meca, en el caso de al-Ándalus eje NE-SO. El cuerpo de
dispone en decúbito lateral derecho, con
el rostro orientado 240º al SE, es decir, a la Meca, los brazos recogidos hacia delante sobre la región
púbica y las extremidades inferiores ligeramente flexionadas. La variación en grados, referente a
la orientación, es escasa y oscila entre los 230 y 260 grados.
La orientación
de los cuerpos suroeste-noreste con el rostro vuelto hacia el sureste, hacia la
Meca, es una generalidad en los enterramientos islámicos, y aunque en algunos casos la orientación del cuerpo puede variar
sensiblemente, la posición de la cabeza cumple los preceptos coránicos.
Este
hecho se ha interpretado con el desplazamiento de los cuerpos en el interior de
la fosa con el paso del tiempo, y no como una posición ritual.
La
característica principal del rito se centra en la inmovilización del cadáver. En este sentido, habría que justificar
la estrechez de las tumbas, que en algunas ocasiones, presentaba los
cuerpos forzados para ajustarse a las mínimas medidas de la fosa. Estrechez
debida, sin duda, al interés por encajar al cadáver en dirección al Sur y con
el rostro hacia La Meca, evitando cualquier tipo de desplazamiento inoportuno. Para ello, se usaban técnicas simples como calzar el cuerpo con una teja, apoyando la
cabeza con un ladrillo de adobe o con una piedra plana, o acuñar el cuerpo con
pequeñas piedras en las paredes de la fosa o trozos de cerámica.
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Cubierta de tejas |
Era recomendable cubrir la fosa con lajas de piedra,
adobes (ladrillos crudos), tejas o tablas de madera (podía usarse la propia
parihuela del cortejo fúnebre) para que
no entrara tierra en el interior, ya que debía de existir un espacio para que
el fallecido /alma pudiera incorporarse cuando Munkar y Nakir apareciesen para
su juicio. Un manuscrito de Ab Mohamed Abdala ben Nachan afirma que
cuando el difunto quedaba sólo, sufría el juicio en la fosa, apareciéndole
estos dos angelotes que le premiaban o castigaban según hubiera sido su vida
fiel o infiel a la doctrina de Mahoma.
Hasta la fecha en Jerez, la cubierta de tejas es la más común.
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Dificultad de detección de la fosa |
Las
fosas están excavadas en el terreno geológico. La similitud entre el
relleno de las fosas y el estrato que rompen es total. En definitiva, la
tierra que extraen al excavar la fosa, va a ser reutilizada para cubrir al
cadáver en un posterior momento. Si además le añadimos, la falta de cubierta en un alto número de las tumbas excavadas, el carácter perecedero de las señalizaciones de
las mismas y el grado de arrasamiento del sustrato geológico, se entiende la
dificultad a la hora de identificar correctamente las fosas y de poder ajustar
datos referentes a cubiertas, señalizaciones y profundidad de las fosas.
En cuanto la señalización, la sepultura se indicaba con un pequeño montículo de tierra, alguna piedra o túmulo,
elementos perecederos como un trozo de madera, adobe o algún ripio siguiendo la
tónica de austeridad y sencillez del ritual.
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Señalización de sepultura con ripios |
En teoría, cualquier
elemento de ornamentación u ostentación era ilícito, sin embargo, según los
enterramientos, propietario o época podían existir señalizaciones con losas
rectangulares, estelas cilíndricas o prismáticas, ricamente decoradas.
Los textos funerarios
solían incluir el nombre del difunto, filiación, los títulos, fecha de su
muerte, además de alabanzas y profesiones de fe islámica. Sin embargo, no se nos
da caso hasta la fecha en Jerez.
Siguiendo con los preceptos de la doctrina malikí, no se deben emplear ataúdes, aunque arqueológicamente se ha
comprobado que algunos enterramientos islámicos presentaban signos de haberlos
utilizado como denotan la presencia de clavos y argollas. Sin embargo, hay que
tener especial cuidado con la presencia de estos elementos ya que podía
tratarse de la parihuela del cortejo fúnebre ya que era común que formara parte
del enterramiento.
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Detalle de clavos y argollas |
De este
modo, el ataúd comienza a utilizarse de forma más o menos generalizada, a
partir del s. XI-XII d. C, documentándose un ensanche de las fosas y clavos en
su interior. El hecho del
uso de ataúdes se ha relacionado, en determinadas ocasiones, como una medida
higiénica, a consecuencia de la superpoblación de los cementerios.
La presencia de osarios, esto es
depósitos secundarios, así como el traslado del difunto, no está permitida en
el islam. Sin embargo, arqueológicamente están registrados. Se pueden explicar
como una medida en los cementerios urbanos ante la falta de espacio.
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Osario |
Importante es el tema del ajuar. La presencia de objetos en
el interior de las tumbas islámicas es un hecho excepcional. Sin embargo, se
han documentado casos en al-Ándalus donde se han registrado fragmentos de
tejido del sudario empleado en el amortajamiento, agujas, jarras, jarros,
candiles, redomas, adornos como cuentas de collar, anillos, pendientes…botones
e incluso cuernos.
La doctrina malikí
y la mayor parte de los tratados de sunna dictaminan que el difunto
habrá de ser enterrado solamente con un sudario. Más tarde, Içe Gebir vuelve a
remarcar que al muerto “ni le metan oro ni plata ni otra cosa”
Sin embargo,
contrariamente a lo expuesto, una de las fatuas recogidas por Al-Wansarîsî refleja
la opinión de ciertos muftis autorizando que algunas mujeres fuesen enterradas
con joyas.
En Jerez se constató en una sepultura la presencia de ajuar consistente en una argolla de hierro colocada en el tobillo
izquierdo del cadáver y un collar de cuentas de vidrio. Sin embargo creemos más
oportuno pensar que se trataría de adorno personal más que parte de un rito.
El sudario usado como
mortaja era una sábana de color blanco, aunque la doctrina maliki toleraba
cualquier color menos el rojo.
El sudario era cosido de arriba
abajo, para posteriormente descoserlo o desatarlo por la parte de la cabeza y
los pies al depositar el cadáver en la fosa. Este hecho provoca, que en
ocasiones, aparezcan agujas en el interior de las fosas.
En la
mayoría de los casos hay que interpretar la presencia de cerámica como restos
que han quedado en la tierra, pero no como parte de un ajuar funerario, aunque
como hemos dicho anteriormente, existe la posibilidad de su disposición
intencionada.
En el cementerio islámico
de Santiago, hasta la fecha, han aparecido tres tumbas con un jarro pitorro o
lechera de época almohade depositados intencionadamente.
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Presenta tres jarros pitorro |
Las jarras o
jarros están asociados funcionalmente al mundo del agua, por lo que su razón
simbólica debe partir de la misma.
Algunos autores interpretan los elementos cerámicos en el interior de
las sepulturas como parte de un rito, no muy extendido, relacionado con una
contribución para el acercamiento al paraíso, usando como símbolo las vasijas
que pudieran contener líquidos, como la jarra, la redoma o el jarro.
Hay autores que interpretan la disposición en el interior de la tumbas
de jarros pitorros o lecheras como una señal o identificación del individuo por
su mala conducta en vida.
En ocasiones, los enterramientos aparecen con candiles en su interior,
aunque en Jerez no se ha registrado alguno hasta la fecha.
Referencias
a la identificación de la luz con Dios se encuentran en la Sura 24 del Corán
cuyo nombre es precisamente “La Luz”.
La
posibilidad de presencia de candiles en futuras intervenciones en áreas de
necrópolis podría
interpretarse como un elemento de apoyo para facilitar el seguimiento de la luz
de Dios.
La presencia
de ejemplares de cuernos, generalmente de cápridos, asociados a los cementerios
islámicos, aunque no en el interior de las fosas funerarias, es un hecho
constatado en varias intervenciones arqueológicas: en Murcia. Este hecho
se ha interpretado como banquetes funerarios.
En el caso
de aparecer en la cabecera de la fosa, se piensa que su uso era de señalización
de la misma.
En el Corán
se menciona el cuerno cuando anuncia el Día del Juicio Final “...Cuando se
sople en el cuerno, no habrá ya, entre ellos, genealogías, no se interrogarán.
Aquellos en cuya balanza pesen sus buenas acciones, aquellos serán los
bienaventurados, pero aquéllos en cuya balanza el peso de sus buenas acciones
sea ligero, esos serán quienes se habrán perdido a sí mismos. En el infierno
vivirán eternamente...
Para saber más sobre este tema recomiendo la lectura de los siguientes artículos:
Maqbara islámica en Alhama, Murcia
Cementerio islámico en Lorca, Murcia
Mentalidades y creencias en las comunidades islámicas del próximo oriente en los ritos de enterramiento.
Excavaciones en el cementerio islámico de c/Rubira, 12 (Lorca, Murcia)
Los cementerios islámicos de Qurtuba
Los cementerios islámicos de Lorca. Aproximación al ritual funerario